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Capítulo 19.

La vida de Jimin parte I.

—¡Dame mi dinero! —volvió a pedirle.

—¡¿De qué dinero hablas?!

—¡Quiero mi dinero!

El hombre, en un estado de desesperación extrema, se aproximó a la mujer y trató de agredirla, pero al no poder mantenerse en pie, ella lo empujó y él cayó sobre una mesa de madera, rompiéndola en el proceso y terminando en el suelo.

—¡Ya estoy harta de ti! —gritó.

—¡Quiero mi dinero! —seguía insistiendo aún en el suelo, luego se puso de pie pero sólo para empezar a tirar los muebles y rompiendo todo lo que fuera de vidrio.

—¡Basta, por el amor de Dios! —pidió ella, pero lejos de sentirse asustada ya estaba harta de que ese hombre siempre llegara en aquel estado a exigir dinero que él nunca le daba—. ¡Ya estoy cansada de ti! —dijo antes de irse a su habitación, pasando cerca de su hijo sin importarle lo asustado que él se encontraba.

—Oye, ven aquí maldita perra —el padre fue detrás de ella tambaleándose en el camino.

—¡Ya déjame en paz, maldito imbécil! —le respondió mientras entraba al cuarto.

La discusión no cesaba en la habitación, seguían diciéndose palabras hirientes y maldiciones hacia el día en que se conocieron y se casaron.

—¡Yo sólo me casé contigo por culpa de ese maldito niño! —le recordó ella—. ¡De no ser por él jamás habría estado al lado de un inútil y borracho como tú!

—¡Yo tampoco me habría casado contigo de no ser por ese mocoso, lo único que vino a hacer fue arruinarme la vida!

El pequeño de siete años, con los ojitos enrojecidos, permanecía sentado en el suelo apoyando su espalda en la esquina del sofá, escuchando todo eso y tratando de comprender porqué le había tocado nacer en una familia así.

Al siguiente día, muy temprano, el rechinido de la puerta despertó al pequeño niño así que rápidamente se levantó de su cama y al salir la puerta de la entrada recién había sido cerrada. Fue rápidamente a la habitación de sus padres pero sólo estaba su papá completamente dormido en el suelo.

Salió de ahí, se subió en uno de los muebles intactos para alcanzar ver por la ventana que daba hacia la calle. No tardó mucho en visualizar a su madre, la cual caminaba por la banqueta mientras cargaba en sus brazos una maleta.

Su madre lo había abandonado.

✧✦✧

Los días pasaron y con ellos el hambre que sentía se incrementaba, no había comido nada y sólo estaba sobreviviendo a base de tomar agua.

—Papá, tengo hambre —lo movió un poco para tratar de despertarlo.

—No me estés jodiendo Jimin —apartó las pequeñas manos de su hijo con un manotazo—. Si tienes hambre vete a hacer algo tú mismo —se acomodó boca abajo para poder seguir durmiendo.

—Pero no hay nada de comer en el refrigerador —sólo habían latas de cerveza y un jamón caducado ya con hongos.

Fue ignorado completamente y regresó a su habitación. Ya ahí se puso a pensar en que tenía que hacer algo para conseguir dinero y así poder comprar comida, pero principalmente para ahorrar y poder irse de ese lugar. Días antes había buscando entre las cosas que dejó su mamá y por suerte encontró la dirección de su abuela, si bien nunca la había conocido antes, pero tenía la esperanza de que ella lo recibiera y cuidara de él.

Se puso manos a la obra y salió de la casa. Preguntó por todas las tiendas del vecindario si podían darle trabajo pero obviamente no fue aceptado al ser un niño, pero aún así no se rindió y continuó buscando aunque la respuesta era la misma:

"No podemos contratarte, mejor ve a casa con tus padres"

Pero en medio de su desilusión leyó un folleto pegado en la pared, en la cual decían que necesitaban a un niño para un comercial. Sin pensarlo tomó el folleto y se fue a casa, aunque tardó en convencer a su padre, éste aceptó con llevarlo al casting y para suerte de Jimin se quedó en el comercial debido a lo lindo que era.

Más tarde fue llamado para más comerciales, generando así mucho dinero. Aunque Jimin tenía un poco del dinero todo lo demás su padre se lo gastaba en las apuestas clandestinas, pero no le importaba porque luego de varios meses por fin tenía ahorrado lo que necesitaba para poder irse de la casa y eso lo hacía muy feliz.

En la noche, estaba acomodando un poco de ropa en su mochila escolar y otras cosas más que ocuparía en su viaje de mañana, cuando su padre totalmente alcoholizado entró a la habitación y empezó a esculcar entre los cajones del mueble donde guardaba su dinero.

—¿Qué estás haciendo? —dijo el pequeño un poco alterado cuando su papá sacó los billetes que tenía envueltos en uno de sus calcetines.

—Pero mira cuánto dinero tienes —tenía una gran sonrisa, con eso podría ir al club nocturno y apostar nuevamente.

—Eso es mío —trató de quitarle el dinero pero no pudo hacerlo y en cambio su padre lo empujó con el brazo haciendo que cayera sentado en el suelo.

—Eres mi hijo, así que este es mi dinero —fue lo último que dijo antes de salir de la casa.

Jimin se levantó del suelo y tratando de mantener la calma caminó de un lado a otro.

—Está bien, no pasa nada —se animó así mismo—. Ya resistí diez años a su lado, puedo soportar otros meses más —asintió con la cabeza un par de veces y sonrió levemente pero pronto sus ojitos se cristalizaron y se sentó en el suelo mientras cubría su carita con ambas manos.

¿A quién engañaba?, ya no soportaba seguir viviendo un día más en esa casa, donde su padre solo se aprovechaba de él robándole el dinero por el cual trabajaba. Quien ni siquiera le prestaba atención ni se preocupaba por cuidarlo y alimentarlo. Lo único que le interesaba a su padre eran sus apuestas y beber, nada más.

✧✦✧

Corría por las calles sin importarle lo cansado que estuviera o el dolor que sentía en sus piecitos, lo único que le interesaba era llegar a la casa de su abuela. Pero estaba oscureciendo ya así que tuvo que pasar la noche durmiendo en un parque que se encontró.

Se hizo bolita en la banca y con algunos pedazos de periódicos que sacó de la basura se tapó su cuerpo para poder cubrirse del frío, ya que la temporada de invierno estaba llegando y por ende el frío era mucho. También tenía hambre pero para ignorar los rugidos de su estómago decidió que se dormiría, pero también sentía miedo de que algo le pasara mientas estuviera dormido en aquella banca, en un lugar que no conocía y dónde muchas personas sin hogar se paseaban cerca de él observándolo. Aunque él sabía que no todas las personas eran malas le era inevitable no temerles.

Las horas pasaron, el sueño y el cansancio lo vencieron por fin, pudo dormir un poco hasta que uno de los oficiales que rondaban por ahí lo despertó.

Él rápidamente se sentó con una sonrisa en sus labios, ¡podía pedirle ayuda al policía para que lo llevara a casa de su abuela!

—Niño, quítate de ahí. Estás ensuciando la banca —le habló con una mueca de asco mientras lo observaba de pies a cabeza—. Vete ya —demandó jalando del brazo y haciéndole pararse—, no puedes dormir en el parque, no es un hotel.

—Pero...

—Vete antes de que te lleve a prisión —amenazó.

—¿Por qué lo llevaría a prisión si no ha cometido un crimen?

Tanto el policía como Jimin voltearon a ver hacia dónde provenía la voz, el pequeño al visualizarlo quedó sorprendido. El hombre tenía el cabello negro y corto, perfectamente peinado, era alto y de piel pálida, usaba un traje de color gris y sus zapatos negros brillaban. Pero lo que llamó la atención del niño fueron aquellos ojos. El joven hombre delante tenía una preciosa mirada y ni qué decir de su rostro, lucía como si fuera un ser divino, un ángel.

—No no, creo que me escuchó mal señor —quiso corregirse al ver que quien le hablaba no era ni más ni menos que el hombre más importante de la ciudad.

—Creo que escuché muy bien —dijo él—, su deber como policía es ayudar, no tratar a un niño de esa manera y amenazarlo con llevarlo a prisión. Si no puede hacer un buen trabajo creo que tendré que reportar su comportamiento en la estación.

—No, por favor. No hay necesidad de eso —habló nervioso—, lo único que intentaba era ayudar a este niño.

El hombre de traje miró al pequeño, este negó con la cabeza y eso le sacó una sonrisa.

—Claro, eso hacía —dijo con ironía.

—Sí, por supuesto. Ya debo irme, señor. Tengo que hacer mi ronda de la mañana —a toda prisa se dio la vuelta y se marchó de ahí.

El de cabello negro se acercó al niño pero sin invadir su espacio personal, se agachó apoyando su peso en su rodilla derecha.

—¿Por qué pasaste la noche en este parque? —preguntó con voz suave.

El pequeño Jimin agachó la cabeza.

—Es que no tengo donde dormir —confesó.

—Oh, ya veo —un rugido proviniendo del estómago del niño se hizo presente llamando su atención—. ¿Quieres comer algo?

—¡Sí! —negó con la cabeza—. Digo no, no tengo dinero para comprar comida —hizo un puchero.

—Bueno, si aceptas me gustaría invitarte.

—¿De verdad? —sus ojitos brillaron.

Él asintió con la cabeza.

—Antes, eres un niño y no deberías irte con ningún adulto que no conozcas. Pero déjame decirte que no tengo la intención de hacerte nada malo, no soy un secuestrador, ladrón, delincuente ni nada por el estilo. ¿De acuerdo?, sólo te llevaré a comer en aquel restaurante —con el dedo le señaló el lugar, estaba al otro lado cruzando la calle—, a la vista de todas las personas para que puedas estar tranquilo de que nada pasará.

—De acuerdo —dijo tras regresar su atención a él.

✧✦✧

—¿Te gusta? —preguntó pero era más que obvio, ya se había devorado dos hamburguesas completas y ahora estaba comiendo un postre que habían llevado a la mesa.

—¡Sí!, mucho, mucho —dijo alegre.

—Que bueno —sonrió.

—¿Usted no comerá nada?

—No, estoy lleno, pero gracias por preguntar.

—Bueno —continuó comiendo el pastel.

—¿Dónde están tus padres? —inquirió.

—No lo sé —se alzó de hombros—, mamá se fue hace unos meses de la casa y mi papá seguro anda tirado en algún lugar bebiendo o está metido en el club de apuestas.

Hablaba tan relajado como si no le preocupara, eso lo puso a pensar.

—No eres de aquí, ¿verdad?

Jimin negó con la cabeza.

—No, vengo de Busan.

«Eso está muy lejos»

Eso lo llevó a pensar en que posiblemente se había ido de casa.

—¿Y cómo es que llegaste aquí?

—Tuve que caminar mucho y subirme a escondidas en los autobuses —no estaba orgulloso de eso pero no tuvo opción, nadie lo quiso ayudar y no pensó en más alternativas en ese momento.

—¿Qué te hizo venir?

—Es que tengo que ver a alguien que vive aquí.

—¿Quién es?

—Mi abuelita.

—¿Huiste de casa?

Jimin asintió con la cabeza en respuesta.

—Me tocó una familia muy fea y mi padre me quitó todo el dinero que había ahorrado con mi trabajo.

«¡Trabajo! ¿Por qué un pequeño tendría que trabajar? Quizás sus padres no se ocupaban de él y tuvo que hacerlo»

—Mi madre me abandonó y no quiero volver con mi padre a la casa. Estar con ellos fue muy feo, no quiero esa vida. Por eso es que vine para ver si mi abuelita puede cuidarme y permitirme vivir en su casa —sus ojitos se pusieron rojitos.

El hombre sintió pena por aquel pequeño, en verdad que no entendía porqué habían personas en el mundo que tenían hijos si no los iban a amar y cuidar como era debido.

—¿Podría usted prestarme algo de dinero?

—¿Cómo? —sus cejas se alzaron, no se esperaba esa pregunta.

—Prometo que le pagaré, no lo sabe pero ya he trabajado antes y tengo muchas habilidades para aprender. Pruebo trabajar en lo que usted me diga para pagarle, no tendré objeciones en cuanto al trabajo.

El de ojos azules sonrió ante la suspicacia de ese pequeño.

—De acuerdo, te daré el dinero —dijo con una sonrisa.

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